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Las condiciones
geológicas del Jurásico Inferior y Medio favorecieron
el origen de yacimientos con flora fósil, con una distribución
geográfica amplia, desde Guerrero hasta Veracruz (y Tamaulipas, en
el subsuelo). La investigación sobre plantas jurásicas comenzó
a principios del siglo pasado. G. R. Wieland, a invitación de J. G.
Aguilera elaboró una monografía imponente sobre la flora del
Jurásico Medio de la Mixteca Alta, publicada en 1914. Las identificaciones
de Wieland fueron revisadas por Person y Delevoryas, en 1982. También
algunas publicaciones de A. Silva−Pineda y colaboradores versan sobre plantas
del Jurásico Medio. Localidades con flora del Jurásico Inferior,
se encuentran sobre todo en Hidalgo. Poco después de Wieland,
Díaz−Lozano estudió plantas jurásicas de Puebla/Veracruz.
Intentos de localizar plantas fósiles en el Jurásico Superior han dado
resultados magros.
En las publicaciones sobre las floras del Jurásico Medio, salta a
la vista la predominancia de las cicadofitas y su riqueza en órganos
reproductivos de éstas, sobre todo del género Williamsonia.
Al mismo tiempo, la flora es marcadamente pobre en helechos y coníferas.
No obstante, en el Jurásico de México todavía quedan
secretos paleobotánicos que revelar. Los estudios previos se han limitado
a la paleoflorística descriptiva, y los aspectos de las condiciones
de vida y los cambios florísticos, muy importantes para la bioestratigrafía,
apenas se han rozado, sin método explícito. El éxito
de investigaciones futuras dependerá de la buena organización
e intensidad de los muestreos; además se necesita la cooperación
de paleobotánicos con geólogos expertos en la estratigrafía
correspondiente. Estudios llevados a cabo en estas condiciones podrían
desembocar en un mar de información paleobotánica novedosa,
y en su integración al registro bioestratigráfico. Estos conocimientos
tendrían mucha importancia en el contexto de la paleobotánica
de América del Norte, ya que las floras jurásicas escasean
muy notablemente, al norte de México.
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