El carbón vegetal es un indicador de fuego y su registro fósil se extiende hasta el Silúrico (aproximadamente hace 420 millones de años) con el surgimiento de las plantas terrestres. Los incendios forestales producen material vegetal carbonizado en fragmentos pequeños que conocemos como partículas de carbón vegetal (charcoal en inglés) las cuales pueden ser transportadas desde el sitio del incendio y depositadas en otros lugares, como por ejemplo los lagos, donde se preservan junto con otros paleo-indicadores como polen, diatomeas, ostrácodos, amebas testadas entre otros.
El análisis de las partículas de carbón vegetal preservadas en los sedimentos lacustres es un buen indicador de la historia de los incendios pasados de un lugar y se basa en la cuantificación de la acumulación de partículas de carbón vegetal, generalmente de tamaños mayores a 100 μm. Los cambios en la abundancia de estas partículas a través del tiempo nos permiten documentar las tendencias a largo plazo en la ocurrencia de incendios y en la quema de biomasa vegetal.
Las partículas de carbón vegetal varían en tamaño y forma, pero pueden conservar características morfológicas como aspectos de los bordes, rasgos de la superficie, hendiduras, brillo o detalles anatómicos (traqueidas con hoyos en los bordes, venas de las hojas, cutículas, etc.) que pueden utilizarse para determinar la fuente potencial de combustible que es un factor crucial para determinar el tipo de incendio.
Existen diferentes morfotipos de carbón vegetal que nos permiten inferir el tipo de combustible como, por ejemplo, la quema de madera, de hojas caducas, de hierbas, y de pastos.
De manera general, la quema de madera genera partículas robustas y geométricas con formas de bloque, poligonales o cuadrangulares con una textura fibrosa, foliada y lignificada. La quema de hojas caducas puede producir partículas geométricas con un patrón de malla reticulada con o sin venación o únicamente venas foliares. Las plantas herbáceas suelen producir filamentos delgados y alargados y morfotipos geométricos con pequeños poros circulares procedentes de la quema de hojas. La quema de pastos puede producir partículas planas, rectangulares y alargadas con células rectangulares, dispuestas en filas paralelas, o bien presentar espacios vacíos ovalados.